La historia que cuento a
continuación es totalmente verídica, se trata del martirio por el que ha tenido
que pasar mi tío gracias a la miseria de los “profesionales de la medicina”
egresados de las universidades de nuestro amado país… Tal vez conozcas un relato
similar si es así deberíamos hacer algo para detener el carro de la muerte que
es tirado por caballos de bata blanca.
Mi tío era un hombre
completamente normal hasta hace casi dos años. Casado padre de tres hijos, Juan
Bracho comenzó con un extraño dolor de estómago que no se calmaba con nada. Con
más de veinte años trabajando en hospitales público habló varias veces con
médicos de su confianza para que lo vieran; el diagnostico: “Tranquilo Juancho
es una simple gastritis”.
El dolor, la acidez y el martirio
de Juan se hacia mayor con el paso del tiempo, al punto de llevar a vomitar
hasta el agua que consumía. Una tarde comenzó a sentir un dolor que le cortaba
la respiración, cayó al suelo vomitando sangre y perdió el conocimiento. Fue
llevado nuevamente al hospital, el mismo donde había trabajado toda su vida y
donde una junta médica, de amigos, le dijo que no se preocupara que era una
“simple gastritis”. Nuevas evaluaciones y un nuevo diagnóstico: Cáncer en más
de tres secciones de su sistema digestivo.
Supuestamente muy apenados, el
equipo de matasanos que dedican su vida no se a que porque no es para sanar a
los enfermos, decidieron practicarle al hombre que pesa menos de cincuenta
kilogramos una colostomía. La operación consiste en hacer un corte en el
intestino grueso para crear una abertura artificial o estoma en la parte
superior del abdomen. Esta abertura en el abdomen sirve como substituto del
ano.
Te imaginas pasar de la noche a
la mañana a vivir así?.. Juan tuvo que aprender a hacerlo por el descuido de
los médicos. Ocho meses pasaron para que Juan fuera sometido a una segunda
operación para eliminar la incisión. Hace una semana comenzó a presentarse fiebre en el paciente y una
hinchazón en el lugar de la segunda cicatriz que dejaran a Juan marcado para
siempre. Nuevamente el médico tratante, conocido como “Dr. Desastre” entre la
comunidad del Domingo Luciani hizo de las suyas; mi tío fue el lunes a
consulta, llegó a las seis de la mañana y a las doce del medio día el Doctor
mandó a decir que no asistiría y que si quería podían pedir cita en la que yo
llamo la colina de las batas blancas, el Centro Médico de San Bernardino, el
mejor ejemplo de la mercantilización de la salud. Entre los múltiples anexos
del centro médico, entre negocios y jardines Juan pagó 600 Bolívares por una
consulta que debía ser gratuita en el hospital del día anterior; ahora resulta
que la operación se complicó y se presenta un acceso que deberá ser operado
nuevamente.
Ayer Juan fue internado
nuevamente en el Domingo Luciani, por supuesto el Dr. Desastre no ha aparecido
aún y desde ayer en la mañana no le han puesto tratamiento, la fiebre no
desaparece y el hombre que perdió la normalidad de su vida espera en una
camilla que algún ladrón de bata blanca decida, por el amor de Dios, cumplir el
juramento Hipocrático.