martes, 22 de mayo de 2012

En respuesta a la miseria de la burguesía de una Ciudad que no es de despedidas sino de luchas

Tal vez digan por ahí que estoy desfasado por ponerme a escribir a estas alturas de un video que conmocionó las redes virtuales la semana pasada, el trabajo de unos jóvenes con un muy buen manejo de la estética audiovisual y con un nivel de creatividad bastante aceptable. Hago referencia al trabajo titulado: “Caracas, ciudad de despedidas”; según entiendo un video tipo documental que forma parte de la tesis de grado de sus realizadores.
Debo confesar que todo lo que leí y los comentarios que escuché antes de ver el material se quedaron cortos, nunca imaginé que podría verse tanta miseria en el discurso de joven alguno, sobretodo si tomamos en cuenta aquella frase del guerrillero heroico, Ernesto Guevara, quien afirmaba que “ser joven y no ser revolucionario” era prácticamente un   hecho antinatural. Este video que hace un flaco y pobre favor a la imagen que en el mundo existe sobre la juventud venezolana no es más que una burda y absurda secuencia de testimonios de un grupo deprimente de muchachos mediocres, de los cuales me atrevo a asegurar, ni siquiera la mitad conoce el centro de nuestra capital. Los motivos y argumentos expuestos por estos muchachos sobre el fenómeno de la “diáspora venezolana” como lo título una columnista de un diario de circulación nacional dan, por decir lo menos, risa. Eso de que “me iría demasiado porque todos se han ido” no es más que una asquerosa mentira de un niño mimado, que a mi juicio y sin ánimos de ofender no sabe donde ubicarse; o es que “Paúl” , nombre además criollísimo con el que identifican a este muchacho no ha visto a los cientos de miles de jóvenes que día a día cruzan Caracas, bajando desde los cerros de Petare o el Valle para ir a las universidades y liceos, a esos que, así como yo lo hacia, comen con dos bolívares en el comedor de una Universidad pública. Te digo “Paúl”- Ojalá leas esto- el hecho de que tus amigos que viven en “el este del este” se vayan del país, no resta mérito a esos que te describo y de los cuales me enorgullezco enormemente de ser parte, esos que se montan en metro y no en Mazdas último modelo también son Caraqueños y venezolanos y te aseguro que no se irían ni demasiado ni un poquito si quiera.
Podría pasar toda la noche escribiendo y reclamando de nuestra amada juventud respeto a nuestra idiosincrasia, eso de la gente a la que le da grima ver como los venezolanos somos gritones y aplaudimos cuando aterriza el avión dan tristeza y pena ajena, es a nosotros, la gran mayoría, a la que nos avergüenza saberlos venezolanos; a esa niña le tengo un dato: He viajado por casi todo el planeta y puedo jurar que ninguna ciudad existe sin su gente, el mundo real no es un juego de “Polly poquets” o como se escriba. Ah! Casi lo olvido, como lo dije en la red, he visto a americanos del norte, del sur y del centro, a africanos y europeos de los más refinados, a árabes y chinos aplaudir cuando un avión aterriza de buena forma, sobretodo si el vuelo fue complicado, te informo: se trata de una forma de reconocer el trabajo del capitán de la nave y podría decirse que es una tradición en ese mundo seudoburgués de la gente que vive viajando.
Por qué no hablamos de la Caracas de los encuentros, esa donde Bolívar y Miranda discutían sobre como llevar la guerra contra España. Esa ciudad que describe Martí en su relato del hombre que buscaba al Libertador más grande del continente, sin siquiera quitarse el polvo del camino. Hablemos de esa ciudad que con su caos, falta de vías, metro colapsado y malandrines ha dado techo y cobijo a millones de extranjeros, muchos de ellos padres y abuelos “nonos” pues, de los niños que hablan en el video. Hablemos de la Caracas que es para los andinos como mi mujer su prueba y oportunidad de vida digna, esa que para los zulianos nunca será mejor que su tierra pero que les encanta, esa donde se miden las fuerzas políticas viendo quien es capaz de vestir de rojo o de amarillo y blanco la Cota mil. Esa que ha recuperado sus espacios, los invito a conocer la Plaza Bolívar, el Teatro Principal, el Municipal, la Plaza Oleari o la Universidad de las Artes. Esa que ahora le dio un rostro humano y vivible al Boulevard de Sabana Grande, donde mi hijo corre feliz entre payasos y música los sábados por la tarde. Hablemos de eso muchachos. De esa ciudad en cuyos barrios los niños     pueden cumplir sus sueños gracias al sistema de orquestas y donde el Ávila nos regala un horizonte que no lo tiene Beijing, ni Viena, ni Londres; lo sé porque yo he estado en esos lugares.
Para cerrar sólo diré que la libertad no está en ir a una ciudad donde puedas “rumbear hasta las tres de la mañana y ver gente en la calle”, andar borracho o empastillado no es la mejor manera de ejerce esa libertad. Lo que han hecho sólo ensucia nuestra casta de ser un pueblo de guerreros y libertadores, de llevar en nuestra espalda el maravilloso record de ser el único ejército del mundo que ha cruzado sus fronteras para liberar a otros pueblos. Que nos avergüenza que ustedes se digan venezolanos y no se sientan maravillados ante la obra del Maestro Abreú, Gustavo Dudamel, Vicente Emilio Sojo, Teresa Carreño, Cabré, Galarraga, Vizquel,de mi madre que me sacó de un rancho de tablas y zinc del “este del este” de Petare, de esas mujeres que crían solas a sus pequeños y no los dejan caer en la delincuencia o las drogas que ustedes burgueses tapan con muros altos pintados de blanco en el sur-este del este de esta ciudad de indios guerreros como Guaicaipuro, donde un loco inspiró a Cervantes para que escribiera el Quijote, donde hemos vencido imperios y donde cada mañana cientos, miles, millones luchamos por mejorar y no nos entregamos a la cobardía de irnos ni poco, ni demasiado.

Joran Robra, un orgulloso Caraqueño.

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